¿Qué necesitamos saber al guiar juegos para enseñar matemáticas en educación parvularia?

Por:

Christian Peake 
Investigador Adjunto MEMAT

Yovanna Galaz 
Estudiante de Doctorado MEMAT

Juego, ¿por qué y para qué?

Los niños y niñas entran al sistema escolar a edades muy tempranas. Ya a los 4 años (e incluso antes) pueden estar en clases donde sus educadoras les enseñan la matemática inicial, siguiendo unos objetivos curriculares dictados por el Ministerio de Educación. Ellas se esfuerzan en utilizar métodos que se alejen de una temprana escolarización, por medio de la exploración, canciones y otras dinámicas lúdicas, puesto que en los años siguientes comenzarán a estudiar matemática más compleja y avanzada, pero para ello, deben desarrollar una buena base que les permita hacerlo. Por este motivo se considera el juego (el método) como la vía por la que se debe asegurar que se afiancen los primeros conocimientos matemáticos (el objetivo).

Aprender los números, su significado, su nombre y los símbolos que los representan, así como su orden y el resto de propiedades que tiene el sistema numérico simbólico, es imprescindible para aprender el cálculo posterior. Pero proponer juegos que favorezcan el aprendizaje matemático, o cualquier otro aprendizaje específico, es difícil. Las mismas bases curriculares de educación parvularia piden a nuestras educadoras que utilicen el juego como estrategia de enseñanza, pero no ofrecen suficiente guía ni especificidad para poder hacerlo de forma adecuada.

Existe la creencia en la comunidad educativa de que el juego libre es una buena forma de enseñanza, y no se cae en un error al pensarlo, si esperamos desarrollar habilidades sociales, motoras o cognitivas generales. No obstante, la investigación empírica ha demostrado que el juego guiado es más efectivo cuando pretendemos enseñar aprendizajes específicos, como lo son las matemáticas. El juego libre por una parte es intrínsecamente voluntario, es decir que no está dirigido hacia un objetivo de aprendizaje, en cambio el juego guiado está diseñado y planificado previamente a partir un objetivo pedagógico, a pesar de que sigue siendo divertido y flexible, permitiendo que el niño o la niña dirija su actividad, siempre con la guía y andamio de la educadora. Pero para el logro de aprendizajes significativos no basta con planificar buenos juegos, también se requiere otro tipo de saberes.

Saberes docentes en el juego guiado

Llamamos saberes docentes a aquellos conocimientos que tienen nuestras educadoras, en cualquier nivel educativo, sobre como impartir su enseñanza para lograr aprendizajes significativos en sus estudiantes. Los dividimos en tres saberes docentes: el saber del contenido disciplinar o de dominio (los contenidos que deben enseñar, en nuestro caso el sistema numérico), el saber pedagógico (el amplio abanico de herramientas y estrategias pedagógicas que sirven para enseñar, en nuestro caso cómo utilizar el juego) y el saber pedagógico del contenido. Este último es la intersección entre las dos primeras, e implica comprender y atender a los procesos intrínsecos de cada estudiante a la hora de aprender. Esto va desde el conocimiento del desarrollo de procesos cognitivos específicos hasta el de los procesos socioemocionales asociados al aprendizaje. Implica el conocimiento de cómo enseñar específicamente un dominio, atendiendo tanto al momento evolutivo en que sus estudiantes están aprendiendo, como a la diversidad que hay entre ellos. Un juego guiado debe atender a estas dos dimensiones, con un claro objetivo de aprendizaje.

Existe numerosa evidencia empírica de que antes de los seis años se desarrolla el sistema numérico para poder acceder al cálculo en educación básica, pero nuestros niños y niñas chilenos no siempre alcanzan los objetivos marcados por el Ministerio de Educación, y este retraso afecta a sus resultados posteriores, como se ha observado en pruebas de evaluación estandarizada nacional e internacional. Para lograr buenos aprendizajes matemáticos en la educación inicial, el juego guiado es una herramienta pedagógica deseable y de efectividad demostrada. Además, es una estrategia que articula dos propósitos, por un lado, el juego busca aprovechar la motivación para presentar instancias de aprendizaje, al mismo tiempo que pretende motivar a los estudiantes por las matemáticas. Por el contrario, muchos niños y niñas sufren rechazo y hasta ansiedad matemática, un problema que afecta seriamente a su aprendizaje. Este fenómeno viene explicado por muchas condiciones, como las creencias transmitidas en interacciones con los adultos referentes, como los apoderados o educadoras. Se ha visto que muchas de ellas declaran que no les gustan las matemáticas, lo que les dificulta su enseñanza, corriendo el riesgo de transmitir su rechazo a sus estudiantes. Acercarse a las matemáticas con curiosidad en busca de la motivación se ve como la vía más lógica para evitar el temor que generan. Para ello, planificar buenos juegos guiados se presenta como la mejor estrategia (el saber docente) para enseñar la matemática temprana (el saber del contenido), ajustándolos a su momento en el desarrollo cognitivo y a la diversidad de los estudiantes (el saber pedagógico del contenido).

 

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