Motivación hacia el aprendizaje de las matemáticas.

 

Por: Cristián Peake
Investigador Adjunto MEMAT

Motivación hacia el aprendizaje de las matemáticas

El aprendizaje de las matemáticas no suele ser el más atractivo para nuestros y nuestras estudiantes. Generalmente se enfrentan a las actividades matemáticas sin comprender su sentido, sin entender para que las van a utilizar en su vida, e incluso en ocasiones haciendo representaciones abstractas que no logran comprender. A menudo sienten que las actividades son complejas y fracasan, provocándoles malestar. Muchos de nuestros estudiantes sienten incluso rechazo hacia las matemáticas, debido a la Ansiedad Matemática, una condición que ha recibido atención el último tiempo.

También muchos docentes sienten rechazo hacia las matemáticas, incluso aquellos que deben enseñarla. A esta dificultad para enseñar algo que no nos gusta, se suma el poder que tienen nuestras interacciones con los estudiantes, a quienes podemos llegar a transmitir este rechazo hacia las matemáticas. Lo mismo ocurre desde el hogar, donde a menudo las matemáticas son consideradas difíciles e incluso sin sentido. Imagine el lector el impacto que tiene que nuestra mamá o papá nos diga de niños que las matemáticas son difíciles; probablemente vamos a creer eso siempre. Dado el poder negativo que tienen estos mensajes sobre el aprendizaje, debemos buscar experiencias positivas relacionadas con las matemáticas, crear situaciones divertidas en torno a ellas, y motivar a nuestros hijos, hijas y estudiantes a usar las matemáticas como una herramienta cotidiana más.

¿Qué es la motivación?

Es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta. Es lo que nos impulsa a actuar, a perseguir nuestros objetivos y a superar los obstáculos. Pero la motivación es un constructo difícil de conceptualizar, de hecho, existen numerosos modelos teóricos aplicados a diferentes áreas de aprendizaje. En los modelos clásicos, se entiende la motivación como intrínseca (surge de dentro de nosotros mismos) y extrínseca (surge de fuera de nosotros). La motivación intrínseca nos lleva a perseguir experiencias que nos identifican y nos dan placer por sí mismas. La extrínseca no lleva a perseguir objetivos externos, materiales o sociales. La motivación intrínseca es considerada más favorable como motor de la acción, pues lleva a mayor dedicación a lo que hacemos, ya sea en términos de cantidad como de calidad.

En las últimas décadas ha tomado fuerza el modelo de las expectativas, el valor y el costo, para conceptualizar la motivación. Las expectativas hacen referencia a si pensamos que vamos a lograr el éxito en una actividad y responde a la pregunta: ¿Creo que voy a lograrlo? Aquí, las expectativas de éxito favorecerán que nos esforcemos en la actividad, mientras que las de fracaso nos harán esforzarnos menos y hasta huir de ella. El valor se entiende como el significado que le damos a la acción, y se divide, a su vez, en otras tres dimensiones: el interés por la actividad (¿me gusta la actividad?); la utilidad que tendrá la actividad (¿para qué me sirve hacerlo?); y la identidad, es decir, la forma con la que me identifico con la actividad (¿me identifica esta tarea?). Finalmente, el costo que tenga la actividad que llevo a cabo siempre será un factor negativo que pesará en mi decisión de hacerla y en el esfuerzo que le ponga. Responde a la pregunta: ¿Qué debo invertir para lograrlo?

Por fomentar la motivación de las y los estudiantes por las matemáticas debemos buscar experiencias de aprendizaje agradables que los lleven al éxito y a la comprensión. Animarlos ante el éxito y el fracaso, no con el foco en la recompensa externa, como las notas u otros premios, sino enfocándonos en su procedimiento y significado. Lograr que las y los estudiantes se sientan capaces de llevar a cabo actividades matemáticas, que disfruten con las matemáticas, que entiendan para qué sirven, en lugar de enfocarse en su dificultad, serán las claves para lograrlo.

En síntesis, la motivación está relacionada y depende de variables cognitivas, emocionales y de personalidad. Nuestra propia autoestima dirigirá nuestra motivación hacia las actividades matemáticas, así como nuestro autoconcepto matemático (es decir, qué tan capaces nos vemos para las matemáticas) y nuestro sistema atribucional (cómo explicamos nuestros éxitos y fracasos) determinarán nuestro patrón o tendencia motivacional.

Cuidar la salud emocional de nuestros hijos, hijas y estudiantes es importante, a través de la promoción de experiencias de aprendizaje agradables, que les den oportunidades de éxito y les permitan un aprendizaje significativo para así automatizar su uso en contextos cotidianos. De esta forma, estaremos motivándolos por las matemáticas.

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